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Las chicas - Emma Cline

 Hacía muchísimo que no sentía esa sensación. Estar absorta entre las páginas de un libro, vivirlo, tener el corazón en un puño, disfrutarlo, quedarme durante horas meditando sobre él tras haberlo cerrado. Todo eso me ha traído de vuelta aquí, al blog.

Las chicas ha sido un gran descubrimiento. No sabría cómo catalogarlo, me ha hecho sentir aprensión por el final durante prácticamente toda la novela, ya que el final es de sobra conocido y se potencia durante toda la novela, sin dejar al lector olvidarlo durante mucho rato. Incluso en los momentos más agradables de la narración, se dejan caer comentarios que recuerdan que esta no es una historia feliz. Por supuesto, es una ficción, pero se inspira en el caso de Charles Manson y sus chicas.

Me ha encantado la construcción del personaje protagonista, Evie, dentro del grupo de "las chicas" pero a la vez fuera. Compartiendo con el lector sus anhelos de diversión y felicidad, su aburrimiento, su visión del entorno. La narración del verano del 69 es retrospectiva, pero fiel: Evie comparte sus sentimientos y punto de vista de ese momento, pero desde el presente matiza la narración para prestarle al lector una visión más realista. Al fin y al cabo, la Evie adolescente se encuentra bajo el influjo de Russel (el lider de la comuna) y la adicción que le provoca Suzanne (LA chica), siendo incapaz de salir de ese círculo, como si fuera una droga que le provoca dependencia.

Ese arco me ha fascinado. Cómo Evie entra en ese círculo porque está ABURRIDA, sus padres no le prestan excesiva atención y le ha fascinado Suzanne, la líder de Las chicas, al verla de refilón en un parque. Cómo Evie no puede evitar acercarse a ella, y más tarde cuando se introduce en la comuna buscar la aprobación y el reconocimiento de Suzanne, que apenas le llega en contadas ocasiones. Cómo Evie está a punto de echar a perder su vida por Suzanne, a la que en realidad no le importa en absoluto. 

Es lo más real de la novela, cómo una adolescente que se siente sola puede terminar metida en una situación desagradable casi de casualidad. Duele sentir la necesidad que siente Evie de estar con Suzanne y ver cómo no es en absoluto recíproca, aunque de alguna manera me he reconciliado con Suzanne al final, con la decisión que toma respecto a Evie; a pesar de que estoy segura de que es por razones puramente egoístas, para que no moleste. Al contrario que los demás, Evie está ahí por Suzanne, no por Russel. Es otra de las muchas cosas que la diferencian y que evitan que entre completamente dentro del grupo de Las chicas. De hecho, toda la novela gira en torno a Suzanne, aunque se trate de un personaje totalmente críptico.

Es fantástico también cómo refleja el hechizo que provoca Russel en la comuna, donde viven en condiciones infrahumanas pero a nadie parece importarle porque tienen a Russel. Cómo influencia al resto para que le hagan el trabajo sucio al final, cómo lo hacen sin reflexionar. Las drogas que toman todos en la comuna ayudan, pero la mayor dosis que necesitan es de su líder.

El presente es esclarecedor, con una Evie que ha tenido todo el tiempo del mundo para reflexionar sobre aquel verano que definió su vida y lo cambió todo. Cómo no ha podido olvidarlo y admite que podría haberlo hecho, porque es plenamente consciente de que era de alguna manera una adicta y que habría hecho lo que hubiera hecho falta para conseguir su dosis: la atención de Suzanne.

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